"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"
Opinión
La innovación social no avanza a saltos
Por Jaume Marí Pàmies, presidente de la Confederación Aspace
20/03/2015
Resulta paradójico que, en algunos casos, las iniciativas de innovación social de mayor calado adquieran su cariz innovador no tanto de la novedad de la idea, sino más bien de que se den las condiciones apropiadas, tanto materiales como ideológicas, para aplicar algo tan sencillo como es el sentido común.
Las personas con parálisis cerebral son iguales ahora que hace cincuenta años, cuando nació el movimiento ASPACE, sin embargo, sólo ahora hemos empezado a transformar en derecho su reclamación básica: decidir sobre sus propias vidas sin la intervención de terceras personas, por muy bien intencionadas que sean sus intenciones. Esto significa aportar los apoyos necesarios para garantizar su autonomía.
O dicho de otra forma, que no quieren que sus padres o los profesionales que les atienden en los centros decidan con qué ropa deben vestirse, si pueden tener pareja, a qué hora deben acostarse o dónde tienen que vivir. Vamos, que quieren decidir sobre su propia vida, y si no pueden o no saben, quieren que les ayudemos o les enseñemos, pero no que pasemos por encima de sus intereses.
¿Hay algo de más sentido común que querer decidir sobre lo que le afecta a uno mismo? Y sin embargo es ahora cuando estamos poniendo las condiciones para que esto se produzca, al menos para las personas con parálisis cerebral, y a ello lo llamamos innovación social. La sencilla razón es que ahora, por fin, se dan las condiciones materiales e ideológicas para que así sea.
Las primas, los recursos, los fondos, vamos, el dinero, existe. Salvando el escollo de la crisis, el Estado del Bienestar nació y se mantuvo para cubrir las necesidades sobrevenidas a cada persona, aquellas que no ha elegido (enfermedades, accidentes, discapacidades…) para crear unas mismas condiciones de partida para todas las personas, y garantizar que lo que pueda llegar a ser cada individuo, no dependiera de estas circunstancias no elegidas, y no se vea lastrado por ellas. Y los recursos para garantizar esto existen, están ahí; cosa diferente es a qué se destinen realmente y las prioridades de las administraciones públicas.
En cuanto a las condiciones ideológicas, es sencillo: no estábamos preparados hasta ahora para asumir que las personas con parálisis cerebral pueden y deben decidir, y que nuestra obligación es diseñar y aportar los apoyos necesarios para materializar esto. En un símil algo tosco, podríamos compararlo con la Grecia clásica, que fue capaz de crear y legarnos la democracia, pero que no estaba preparada para abolir la esclavitud.
El principio de que la naturaleza no avanza a saltos (Natura non facit saltus) se aplica a todos los ámbitos, incluida la innovación. La innovación no da saltos, y para empezar a pensar en el logro de que las personas con parálisis cerebral decidan por sí mismas había que alcanzar primero otras metas intermedias por las que resulta ineludible transitar.
¿Cuál es el futuro de la innovación social? Quién sabe, pues no podemos “adelantar” ese salto. Lo que sí podemos es mirar a nuestro alrededor, y ver que la sociedad ha cambiado, y que el flujo de los acontecimientos nos lleva a una sociedad colaborativa, de organización más horizontal que vertical, donde todos, independientemente de su condición, puedan decidir qué es importante para ellos.